En este medio, hablar de «mazos de cartas personalizados» nos suele invitar a pensar en One Step from Eden, Slay the Spire o Legends of Runeterra, en donde las cartas son herramientas ofensivas que debemos saber combinar (de ahí lo de “personalizados”) para conseguir la victoria en un enfrentamiento. Por eso es que la propuesta de Deconstructeam y Devolver Digital me llamó la atención desde la primera vez que vi su tráiler. En The Cosmic Wheel Sisterhood, las cartas no solo son elementos que hacen avanzar la historia, sino que también son instrumentos de reflexión. Además, la personalización es… bastante más literal que en cualquier Hearthstone.
La verdad sea dicha: este no es el tipo de juegos que me suele gustar. Más allá de haberme fascinado con Doki Doki Literature Club!, no tengo demasiada experiencia en el campo de la ficción interactiva. Así y todo, las ideas y los personajes detrás de este título me impactaron de forma positiva. Incluso desde antes de empezar, dado que el equipo de prensa tuvo la gentileza de enviarnos una clave para su juego en Steam junto a una guía para reviewers hecha con evidente cariño y esfuerzo.
HISTORIA
Que este género de videojuegos no sea mi predilecto no significa que ignore algo fundamental: la trama es tan central que casi no deja espacio a aspectos jugables (que igualmente están, y los veremos en su momento). Se hace difícil hablar de lo complejo que es el universo de The Cosmic Wheel Sisterhood sin tocar puntos clave de su historia, pero voy a hacer el intento.
La protagonista del título es Fortuna, una bruja condenada por la líder de su aquelarre a pasar mil años aislada en un meteorito. Incluso entre seres inmortales, un milenio es demasiado tiempo. Sobre todo si el castigo parece excesivo a todas luces: el único crimen de Fortuna fue haber predicho, a través del tarot, el fin de la hermandad entre brujas. Luego de sus primeros doscientos años de exilio, la vidente decide violar las normas e invocar una entidad demoníaca que la ayude a recuperar su libertad. Y también a vengarse de la líder del aquelarre, claro está.
Este ser interdimensional no es nada menos que un behemot, es decir, una criatura todopoderosa con la que las brujas de bien tienen terminantemente prohibido cualquier contacto. Sin embargo, a lo largo de la aventura, Fortuna descubre que Ábramar es el behemot más simpático que el destino le podría haber asignado. Tras la invocación, ambos realizan un pacto según el cual, al cabo de unos meses, Fortuna estará en libertad y Ábramar se lo cobrará sacándole algo muy preciado (Spoilers: ¡no pasarán!).
La ventaja es que, a cambio de ese gran pago, la vidente retoma el contacto con la magia que le había sido vedado al comienzo de su castigo. Gracias a ello se vuelve capaz de crear su propia baraja de tarot combinando esferas, arcanos y símbolos para alcanzar una forma más precisa y potente de la adivinación tradicional. Además, Ábramar mueve algunos hilos para que a Fortuna le permitan recibir visitas. A través de ellas, la bruja logra ponerse al día con las novedades de su aquelarre y también de sus colegas. El mandato de Aedana, la líder del aquelarre que castigó a Fortuna, está por llegar a su fin, y hay varias candidatas deseosas de sucederla.
Ahí aparece el segundo núcleo narrativo importante de The Cosmic Wheel Sisterhood: el colectivo. En principio, las visitas a Fortuna son por asuntos amistosos, pero la trama avanza hasta hacernos decidir el modelo de aquelarre que queremos tras la elección de una nueva líder. A grandes rasgos, hay dos proyectos en pugna: el primero sostiene que hay que reforzar las prohibiciones, limitar las decisiones judiciales a un grupo de selectas y concentrar la magia en unas pocas brujas para volverlas más poderosas; el segundo, por el contrario, quiere concientizar en vez de reprimir, resolver las penalizaciones de forma democrática y dispersar magia por el universo para lograr la ascensión de nuevas brujas.
La historia de esta propuesta es, lógicamente, su aspecto más atractivo. No solo logra tocar temas trascendentales para la humanidad, sino que lo hace contrastando con inseguridades y problemas íntimos o cotidianos propios de cualquier persona. Y con una buena dosis de humor también. Para mí, el punto clave de esta construcción está en sus diálogos verosímiles. En ningún momento se siente que el juego nos explique qué está sucediendo, y aun así no perdemos detalle de la trama. Al contrario, el sentimiento que queda al pasar unas cuantas horas de juego es el de haber estado espiando conversaciones reales entre amigas, colegas, brujas o demonios interdimensionales.
JUGABILIDAD
Las particularidades del género nos dejan con poco para hablar a la hora de repasar su jugabilidad. De todas formas, creo que se la puede dividir en tres partes básicas. La primera es ni más ni menos que hacer clic para avanzar a través de los (muchos, MUCHOS) diálogos que nos presenta la historia. Es una lástima que el juego no incluya la posibilidad de releer diálogos pasados. A veces, los enredos cósmicos del destino confluyen para hacernos dar un doble clic accidental y una porción del diálogo es omitida para siempre. En un producto con textos tan cuidados, es una tragedia que exista un problema tan evitable.
La segunda parte es la toma de decisiones. The Cosmic Wheel Sisterhood es un juego con finales múltiples, que nos somete a elecciones desde el primer momento. Sobre la base de estas se decide el precio que deberá pagar Fortuna al final, el programa político al que adherimos, las amistades que nos mantendrán a flote y, más importante todavía, las rivalidades que tendremos que superar. Hay una buena variedad entre disyuntivas difíciles y sencillas, lo que garantiza que no sea un juego estresante. Sin embargo, el juego tiene una norma inviolable que nos advierte desde el primer instante: ninguna elección, sin importar su impacto, se puede revertir. De esta manera, se equilibran las opciones y se logra una experiencia tranquila que no da lugar a pensar que nada de lo que hagamos importa.
Queda para el final la parte más importante: el tarot. Cuando Ábramar nos concede la facultad de crear nuestras propias cartas, en la aventura se habilita una especie de editor sorpresivamente completo. En él no solo podremos elegir las esferas, los arcanos y los símbolos (es decir, fondos, personajes principales y accesorios) que más nos gusten, sino que también podremos manipularlos. Agrandarlos, achicarlos, duplicarlos, espejarlos y jugar con distintas capas. El proceso se puede repetir las veces que queramos, siempre que contemos con la energía suficiente. Esta se consigue tirándole las cartas a las visitas que recibamos y, en ocasiones, completando actividades menores (leer un libro de la biblioteca, por ejemplo). Como dato de color, el juego permite exportar las cartas como archivos de imagen. Una excelente noticia para quienes quieran continuar su camino como intérpretes del futuro.
Estas secciones de “libertad decorativa” van más allá del tarot en algunos momentos de la historia. Mi favorita llegó durante la primera hora, cuando el juego me propuso preparar una pizza colocando los ingredientes a voluntad. Como me tomé la tarea a la ligera, pensando que no sería importante para la historia, el diálogo entre los personajes me puso en mi lugar: se generó un momento tenso a raíz de que coloqué en la pizza elementos de origen animal, pese a que un personaje ya había avisado (al pasar) que no los toleraba. Esa concordancia entre lo que se dice y “lo que se juega” fue una sorpresa muy agradable y, aunque me gustaría que se diera más veces, la disfruté mucho.
GRÁFICOS
Descartemos, de entrada, cualquier problema de rendimiento. The Cosmic Wheel Sisterhood es un juego en estilo pixel art sin demasiadas exigencias técnicas. Los diseños de los personajes hacen un gran trabajo para representar su personalidad y muchos de ellos ofrecen interpretaciones innovadoras sobre la magia o las comunidades de seres fantásticos.
Durante la mayor parte, la pantalla está dividida en dos mitades: a la izquierda un plano general del exilio de Fortuna, en el que podemos interactuar con el entorno; a la derecha, un plano medio de la persona con la que estemos dialogando. Eso sí, por momentos la tipografía no se lee bien, ya sea por falta de contraste o por una mala disposición de los elementos sin opciones de accesibilidad que permitan cambiarla. Al igual que las omisiones accidentales de diálogo, es una pena que eso ocurra en un juego tan centrado en lo escrito.
SONIDO/MÚSICA
No siento que la música acompañe bien los climas de la historia. Por supuesto que se adapta a las distintas escenas, pero no hace lo mismo momento a momento. En otras palabras, es como si hubiera una canción específica para toda la actividad “Juan va a comprar pan”, pero sin sobresaltos ni cambios de ritmo cuando Juan descubre que se olvidó la billetera en casa. De todas formas, entiendo que puede ser complicado acompasar la música cuando el juego depende de la velocidad de lectura del consumidor. Fuera de ese inconveniente, son muy agradables los efectos de sonido: los pasos sobre madera, el mezclado de la baraja o la recolección de energía tras realizar una lectura resultan casi placenteros al oído.
Más allá del poco dinamismo de la banda sonora, las canciones en sí son ideales para quienes disfruten de música tranquila a la hora de acompañar actividades diarias. Si hay alguien buscando ampliar sus horizontes y egresarse de Lofi Hip Hop Radio, acá hay un gran contendiente:
CONCLUSIÓN
The Cosmic Wheel Sisterhood tiene muchísimas ideas originales. La mecánica de creación de cartas es profunda y permite que cada persona viva la experiencia de forma diferente. Incluso hasta favorece la socialización; puedo imaginar sin problema un grupo de jugadores compartiendo sus cartas favoritas o recomendando combinaciones arcanas. La historia tiene sus momentos de sensibilidad, sus reflexiones sobre el mundo y hasta una línea ideológica osada y más que bienvenida en los tiempos que corren. Además, el sistema social de las brujas está armado de forma convincente y es funcional al resto de aspectos.
Siento que el juego puede causar furor en un público adolescente con interés en la literatura o en la discusión política. También puede ser una buena puerta de entrada a esos temas, porque el tarot y la magia son una tentación indiscutible para cualquier humano. Es un juego corto, pero con mucha rejugabilidad gracias a sus distintos finales. Lo recomiendo ampliamente, en especial a fanáticos o fanáticas del género.
Una aventura interactiva con representaciones creativas de la magia y reflexiones profundas sobre el mundo y las relaciones interpersonales.
Análisis
- Precio/calidad
- Gráficos
- Jugabilidad
- Sonido/música
- Historia